En este Año de la Fe, todos nos sentimos llamados y comprometidos por el desafío que el Santo Padre Benedicto XVI ha lanzado a la Iglesia invitándola a ofrecer al mundo algo que es muy propio de Ella: el testimonio de su Fe en Jesucristo.
Ciertamente este año será un tiempo privilegiado para “experimentar” la fe y para “hablar” de la fe. Experimentar sugiere haber “visto y oído”: como los discípulos que vieron a Cristo crucificado y resucitado; como los del camino a Emaús que al escucharlo por el camino sintieron arder su corazón. Solamente habiendo recibido el don de la fe y habiéndose adherido con la inteligencia y con el corazón podremos anunciar la fe a los hombres de nuestro siglo.
No podemos en el momento actual, seguir “considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado”, nos recuerda el Santo Padre. En efecto la fe, la levadura que fermenta la masa, es indispensable para que el hombre pueda construir una civilización respetuosa de la dignidad de la persona humana.
Corresponde a nosotros, los bautizados, ser mensajeros de esa buena nueva, como nos exhorta el Santo Padre, cuando escribe: “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14)”.
Que sea la Virgen María, nuestra Señora de la fe, sea guía segura en este camino de adhesión y seguimiento al Señor.
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
Secretario Adjunto
Fuente: Conferencia Episcopal Peruana
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