Con la celebración de Miércoles de
Ceniza, esta semana de dio inicio al Tiempo Cuaresmal, que nos prepara para la
celebración de la Semana Santa.
Con motivo de este tiempo, el Papa
Francisco publicó un mensaje, titulado: “Se hizo pobre para enriquecernos con
su pobreza”, es una cita de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios en la
que el apóstol los alienta a mostrar su generosidad ayudando a los hermanos de
Jerusalén que están atravesando dificultades. En este documento, el Papa se
interroga sobre el significado de la invitación a la pobreza evangélica de San
Pablo en nuestros días.
Asimismo, en este documento, el Santo
Padre propone algunas reflexiones, a fin de que sirvan para el camino personal
y comunitario de conversión. El Papa, comienza recordando las palabras de San
Pablo: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo
rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”. Aquí, el
Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y
ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad.
En su mensaje, el Pontífice también nos
dice que Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino
mediante la debilidad y la pobreza: “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros”.
“Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo
pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se
desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros. (…) El amor nos
hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo
esto con nosotros. Jesús, en efecto, "trabajó con manos de hombre, pensó
con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de
hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en
todo semejante a nosotros excepto en el pecado”, dice el Papa.
En otro momento de su mensaje, el Papa
Francisco señala que a imitación del Maestro, los cristianos estamos llamados a
mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a
realizar obras concretas a fin de aliviarlas. “La miseria no coincide con la
pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin
esperanza. (…) En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando
y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se
orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones
de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos,
son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten
en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las
riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la
justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir”.