“No teman, les anunció una gran alegría…les ha nacido
hoy, un Salvador” (cf. Lc 2,8-11)
En este tiempo de Navidad, invitados como los pastores para adorar al Hijo de Dios que nació en la ciudad de Belén, nos conmueve contemplar como la grandeza Divina se reviste de la humildad y fragilidad de nuestra carne. Nos admira comprender el inmenso amor de Dios por la humanidad, que no dudó en enviar su propio Hijo para salvarnos.
Navidad es un tiempo para volver nuestro corazón hacia Jesús y para dirigir nuestra mirada hacia los más débiles e indefensos. Navidad es la celebración de la vida. La vida es el primer derecho de todo ser humano y debe estar por encima de cualquier otro derecho o valor social, político, económico, psicológico y familiar. Si una sociedad no asegura la vida de los no nacidos, es una sociedad que vive como una tragedia su misión fundamental, la cual consiste en dar, reconocer, proteger y promover la vida de todos.
En este contexto navideño, invitamos a todos los hombres de buena voluntad, a crear lazos de solidaridad y de fraternidad, a abrir caminos justicia y de perdón que nos ayuden a formar una nueva civilización fundada en el amor; invocamos del mismo modo, para que en nuestro país se respete la dignidad de todos los niños y niñas, y se generen desde todas las instituciones de la sociedad compromisos concretos que ayuden a consolidar la Familia: “futuro y esperanza de la humanidad”.
Que el mensaje de Jesús: “No tengan miedo, yo he vencido al mundo” (cf. Jn 16,33), fortalezca a los más débiles, ilumine con la luz de su Palabra las tinieblas del error y nos conceda a todos la alegría de la Verdad.