La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma
Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la
adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como
nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló
a los paganos en la persona de los magos.
Tres misterios
se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que
sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos
salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el
primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las
bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los
discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los
occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor
del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la
antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta:
"Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y
el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es
el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que
condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en
esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de
Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus
conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al
Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.