Un millón de jóvenes en
la playa de Copacabana, saludaron ayer al Papa Francisco en su primer encuentro
con los jóvenes cariocas y con los participantes en la JMJ.
Después del saludo del
Arzobispo Orani Joao Tempesta, tomó la palabra el Santo Padre, quién se dirigió
a los jóvenes y les dijo: “Veo en ustedes la belleza del rostro joven de
Cristo, y mi corazón se llena de alegría”.
“Este año -dijo- la
Jornada vuelve, por segunda vez, a América Latina. Y ustedes, jóvenes, han
respondido en gran número a la invitación de Benedicto XVI, que les ha
convocado para celebrarla. Se lo agradecemos de todo corazón. Y a él que nos
convocó hoy aquí, le enviamos un saludo y un fuerte aplauso. Ustedes saben que,
antes de venir a Brasil, estuve charlando con él y le pedí que me acompañara en
el viaje, con la oración. Y me dijo: los acompaño con la oración y estaré junto
al televisor. Así que ahora nos está viendo. Mi mirada si extiende sobre esta
gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados de todos los continentes.
Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también desde el punto de
vista existencial, cultural, social, humano. Pero hoy están aquí, o más bien,
hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del
encuentro con Cristo, de ser sus discípulos. Esta semana, Río se convierte en
el centro de la Iglesia, en su corazón vivo y joven, porque ustedes han
respondido con generosidad y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho
para estar con él, para ser sus amigos”.
El Santo Padre también pidió a los jóvenes “poner
fe”. “La cruz de la Jornada Mundial de la Juventud ha gritado estas palabras a
lo largo de su peregrinación por Brasil. ¿Qué significa “Pon fe”? Cuando se
prepara un buen plato y ves que falta la sal, “pones” sal; si falta el aceite,
“pones” aceite… “Poner”, es decir, añadir, echar. Lo mismo pasa en nuestra
vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena,
como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes:
“pon fe” y tu vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que te
indicará la dirección; “pon esperanza” y cada día de tu vida estará iluminado y
tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; “pon amor” y tu existencia será
como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque
encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡Pon fe, pon esperanza, pon
amor!”.
Y “¿Quién puede darnos esto? En el Evangelio -
subrayó- escuchamos la respuesta: Cristo. ...Jesús es quien nos trae a Dios y
nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma... Por eso hoy les
digo a cada uno de ustedes: “Pon a Cristo” en tu vida y encontrarás un amigo
del que fiarte siempre; “pon a Cristo” y verás crecer las alas de la esperanza
para recorrer con alegría el camino del futuro; “pon a Cristo” y tu vida estará
llena de su amor, será una vida fecunda”.
“Querido joven, querida joven: “Pon a Cristo” en tu
vida. En estos días, Él te espera; escúchalo con atención y su presencia
entusiasmará tu corazón. “Pon a Cristo”: Él te acoge en el Sacramento del
perdón, con su misericordia cura todas las heridas del pecado. No tengas miedo
a pedirle perdón porque Él en su tanto amor nunca se cansa de perdonarnos, como
un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! “Pon a Cristo”: Él te espera
también en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor,
y... también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad,
te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del amor, de la
bondad, del servicio. También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un
testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un
poco de luz a este mundo nuestro”.
“Qué bien se está aquí” poniendo a Cristo, la fe, la
esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida. Queridos amigos, en esta
celebración hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida. Con María,
le pedimos que nos enseñe a seguir a Jesús, que nos enseñe a ser discípulos y
misioneros”, concluyó el Pontífice que después de rezar el Padre Nuestro y
bendecir a todos los presentes, se trasladó a la residencia de Sumaré donde
pernoctó.
Fuente: Conferencia Episcopal Peruana
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