Tras la realización del rezo del Ángelus
dominical ante los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, recordando el
Evangelio, en que un ciego es curado por Jesús, el Papa Francisco aseguró que
el Señor nos espera siempre, para hacernos ver mejor y darnos más luz, y
perdonar nuestros pecados.
El Santo Padre indicó que “el Evangelio
de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, a quien Jesús
dona la vista. El largo relato- ¡es largo!- inicia con un ciego que comienza a
ver y si concluye -esto es curioso- con los presuntos videntes que continúan
permaneciendo ciegos en el alma”.
“El milagro es narrado por Juan en
apenas dos versículos, porque el evangelista quiere atraer la atención no sobre
el milagro en sí, sino sobre aquello que ocurre después, sobre las discusiones
que origina. También sobre las habladurías, ¿no? Tantas veces una buena acción,
una obra de caridad origina habladurías, discusiones porque hay algunos que no
quieren ver la verdad”.
Francisco señaló que “el evangelista
Juan quiere atraer la atención sobre esto que también ocurre en nuestros días,
cuando se cumple una acción buena. El ciego curado es en primer lugar
interrogado por la multitud sorprendida- han visto el milagro y lo interrogan;
luego por los doctores de la ley; y éstos interrogan también a sus padres”.
“Al final el ciego curado llega a la fe,
y ésta es la gracia más grande que le viene dada por Jesús: no sólo poder ver,
sino conocer a Él, ver a Él, como ‘la luz del mundo’”.
El Papa apuntó que al mismo tiempo que
“el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley al contrario
se hunden cada vez más en su ceguera interior. Encerrados en su presunción,
creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús”.
“Ellos hacen todo lo posible por negar
la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre curado; después niegan la
acción de Dios en la curación, tomando como pretexto que Dios no obra el
sábado; llegan incluso a dudar que aquel hombre hubiese nacido ciego. Su
cerrazón a la luz se vuelve agresiva y desemboca en la expulsión del hombre
curado del templo. Expulsado del templo”.
El Santo Padre señaló que “el camino del
ciego en cambio es un camino por etapas, que parte del conocimiento del nombre
de Jesús. No conoce a otro que a Él; de hecho dice: ‘Ese hombre que se llama
Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos’. Como consecuencia de las insistentes
preguntas de los doctores, primero lo considera un profeta y después un hombre
cercano a Dios”.
“Luego que ha sido alejado del templo,
excluido de la sociedad, Jesús lo vuelve a encontrar y le ‘abre los ojos’ por
segunda vez, revelándole la propia identidad: ‘Yo soy el Mesías’, le dice. A
este punto aquel que había sido ciego exclama: ‘¡Creo, Señor!’, y se inclina
ante Jesús . Este es un relato del Evangelio que hace ver el drama de la
ceguera interior de tanta gente: también nuestra gente ¿eh?, porque nosotros
tenemos, algunas veces, momentos de ceguera interior”.
Nuestra vida, dijo el Papa, “es parecida
a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, que se ha abierto a Dios y a la
gracia. A veces, lamentablemente, es un poco como aquella de los doctores de la
ley: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, y ¡hasta al Señor!
Hoy, estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a
nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos: todos
somos cristianos, pero todos nosotros, todos ¿eh?, tenemos algunas veces
comportamientos no cristianos; comportamientos que son pecados ¿no?”.
“Y debemos arrepentirnos de esto y
eliminar este comportamiento para caminar decididamente sobre el camino de la
santidad, que tiene su inicio en el Bautismo, y en el Bautismo hemos sido
iluminados, para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como
‘hijos de la luz’, con humildad, paciencia, misericordia. Estos doctores de la
ley no tenían ni humildad ni paciencia ni misericordia”.
“Hoy les sugiero, cuando regresen a
casa, tomen el Evangelio de Juan y lean aquel pasaje del capítulo 9: y esto les
hará bien, porque así verán este camino de la ceguera a la luz y aquel otro
camino malo hacia una ceguera más profunda”.
Francisco alentó además a preguntarnos a
nosotros mismos “¿cómo es nuestro corazón? ¿Cómo es mi corazón?, ¿Cómo es tu
corazón? ¿Cómo es nuestro corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado hacia el
prójimo? Tenemos siempre en nosotros alguna cerrazón nacida del pecado, nacida
de los errores: no tengamos miedo, ¡no tengamos miedo!”.
“Abrámonos a la luz del Señor: Él nos
espera siempre. Él nos espera siempre. Para hacernos ver mejor. Para darnos más
luz, para perdonarnos. No se olviden de esto: Él nos espera siempre”.
“Confiemos a la Virgen María el camino
cuaresmal, para que también nosotros, como el ciego curado, podamos con la
gracia de Cristo “venir a la luz”, ir más adelante en la luz y renacer a la
vida nueva”, concluyó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario