El mes de setiembre, como sabemos, es un
tiempo de particular importancia en la vida pastoral de la Iglesia. Se dedican
momentos especiales para reflexionar la Palabra de Dios y su presencia en
nuestras vidas, se reflexiona sobre el papel de la familia en la sociedad y se
conmemora el misterio de la cruz. En ese sentido conviene recordar: “Dispuso
Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a
los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para
invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”. (DV 2)
El cristiano de hoy sabe que la Sagrada
Escritura tiene un lugar prioritario en su vida de creyente. No solamente
porque es un alimento personal sino porque es la Palabra de Dios la que reúne a
la comunidad y alimenta a los creyentes. Junto a la Palabra la Tradición guía
la vida de la Iglesia. De modo particular para iluminar la realidad de la
familia querida por Dios como un centro de vida y de amor; diseñada por Dios
como una comunidad donde un hombre y una mujer se aman y reciben a sus hijos
como un don de Dios y riqueza de la Iglesia; protegida por Dios como la célula
básica de la vida eclesial.
Al mismo tiempo, urge extender y
fomentar la idea de una animación bíblica de la pastoral donde la Palabra de
Dios sea agente impulsor, formador y cuestionador de nuestro quehacer
ministerial y pastoral.
Que la Santa Cruz, donde Cristo redimió
al mundo, ilumine la Iglesia por los caminos de la fidelidad al Evangelio y de
servicio a la humanidad que sufre y espera palabras de esperanza y perdón.
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
Secretario Adjunto
Fuente: Conferencia Episcopal Peruana
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