El mundo ha ganado dos pilares de humanismo
y fe: San Juan XXIII y San Juan Pablo II. Ellos que iluminaron con su mensaje
el mundo cristiano cuando -como Vicario de Cristo- guiaron la barca de la Iglesia,
ellos interceden ahora por el Pueblo de Dios que busca su salvación y la
voluntad de Dios en nuestra historia.
Juan XXIII nos enseñó en la Pacem in Terris
, que “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de
la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se
respeta fielmente el orden establecido por Dios”. Es por eso que, nos recordó
el Papa, la misión de los gobiernos es “Tutelar el campo intangible de los
derechos de 1a persona humana y hacerle llevadero el cumplimiento de sus
deberes… oficio esencial de todo poder público.
Juan Pablo II enfatizó, en la Redemptor
hominis, que el eje central de la vida del creyente es la persona de Jesucristo
Salvador, decía El: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí
mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela
el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio,
si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor… revela
plenamente el hombre al mismo hombre”. En el misterio de la Redención el hombre
es «confirmado» y en cierto modo es nuevamente creado”. Admirado por la
grandeza de la redención, exclamaba el Papa: “¡Qué valor debe tener el hombre a
los ojos del Creador, si ha «merecido tener tan grande Redentor», si «Dios ha dado a su Hijo», a fin de que
él, el hombre, «no muera sino que tenga la vida eterna»!
Que la intercesión de San Juan XXIII y San
Juan Pablo II, lleve nuestra Iglesia por los caminos de la paz y la santidad.
Fuente:
Conferencia Episcopal Peruana
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