En un mundo lleno de indiferencia y
volatilidad el Santo Padre el Papa Francisco ha encendido una luz de esperanza
y una columna de solidez al regalar al mundo cristiano la Exhortación
Apostólica “Evangelii Gaudium”.
Buscar la felicidad es una exigencia del
corazón humano. Encontrarlo, si se sigue el camino de la simplicidad, es
posible: está en el mensaje del Crucificado y Resucitado, está en el Evangelio:
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se
encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado,
de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre
nace y renace la alegría”.
En la Evangelii Gaudium hay una
invitación clara hacia la verdadera santidad. La perfección cristiana exige
ruptura y vencimiento del pecado para hacer espacio al Señor ante cuyo amor
cede el creyente: “Cuando la vida interior se clausura en los propios
intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se
escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no
palpita el entusiasmo por hacer el bien. Muchos caen en él y se convierten en
seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y
plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el
Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”.
Redescubriendo en muchas citas de la
Sagrada Escritura la belleza de la alegría, el Santo Padre Francisco se dirige
a los hombres y católicos del mundo para invitarlos a la alegría: “Invito a
cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar
ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la
decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No
hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque
«nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
Secretario Adjunto
Fuente: Conferencia Episcopal Peruana
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